21.5.08

No toca botón

No puedo resistirme a un botón.
Y no me refiero a desprender la ropa, no, qué desubique hablar de eso acá.
Me refieron a los de apretar:
Están los que uno no sabe -al día de hoy-para qué sirven y los apreta como quien descubre un continente perdido, esperando a ver el efecto que produce, y puedo nombrar la video, la tv, el dvd y demás, con todo un universo de razones y botones inútiles..
Están los botones que prenden luces. Todavía recuerdo cuando descubrí el botón de la heladera, que al cerrar la puerta, apaga la luz. Estuve un rato largo haciendo la luz cual dios en el primer día. O más reciente, al apretar los botones del celu todosjuntosyalosmanotazos en la oscuridad y ver cómo se enciende cual antorcha olímpica destrozando la penumbra.
Los botones de la vieja licuadora merecen una mención especial. taca taca taca. 0,1,2,3, pulsar. Con ese ruido sordo y estridente y todas las combinaciones numéricas posibles que todavía me emocionan.
Están los botones de los ascensores. Adoro apretar el equivocado. Solo para apretar el "Parar" y apretar nuevamente el correcto.
Recuerdo con cariño la vieja cartuchera de dos lados, toda de plástico. Con botones que escondían múltiples escondites con sacapuntas, goma, lupa, y misterios varios de mi vida escolar.

En fin, un detalle.
Para muestra basta un botón, como dice el dicho popular.
Lo cierto es que, si fuera por mí, la escotilla de Desmond hubiera volado por los aires al toque nomás..

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